03 diciembre 2007

Volvíamos con Gabriela del Norte. Nos habíamos escapado una semanita, lejos de nuestros respectivos laburos, de nuestros conocidos, y, aunque suene una mierda, de nuestros hijos. Necesitábamos descansar, necesitábamos volver a escaparnos como cuando éramos chicos y las obligaciones solo pasaban por soñar nuestra casita a orillas del lago.

La solidaridad de Gabriela muy pocas veces nos juega una mala pasada, pero su curiosidad naif algún día será nuestra peor quimera. Hoy la estoy contando, espero que algún día recapacite y aprenda que esa inocencia algún día nos podrá meter en graves problemas. Igual miento, me encanta que sea así, pero a veces me asusta.

¿A dónde voy con esto? Manejaba por una de esas rutas que nos lleva a Buenos Aires (cómo todos los caminos que conducen a Roma, bueno, todas, o la gran mayoría de las rutas asfaltadas conducen a Baires). Las siete, ocho de la mañana. El paisaje en la ruta es hermoso. Y más cuando no hay muchos autos a los que pasar o que nos pasen. Gaby descansa con sus pies descalzos sobre la guantera, con su cabeza girada hacía su derecha; sin premeditarlo y en el silencio más placentero pega un grito que casi me hace pegar el volantazo. Le pregunté que pasaba, y ella me pidió casi a gritos que parara.

Temí, ¿tercer embarazo? ¿Se mareó? ¿Vio a un fantasma? Paré. Le hice caso y paré el auto al costado, en la banquina. Le pregunté que le pasaba, sólo respondía que quería volver para atrás. Le pregunté por qué debíamos volver y hasta dónde. Ella solo pedía volver para atrás, entusiasmadísima. Cuando le quise preguntar qué había visto o que se había olvidado, la puerta ya estaba moviéndose con esa gran rapidez similar a la de los dibujos animados que ven nuestros nenes.

Salí corriendo atrás de ella. – ¡¿A dónde vas?! – le gritaba. Corría descalza, como cuando juega en la arena, descalza. Sí, no soy de gritar mucho, ni de desesperarme tanto, es que tras convivir tantos años con ella, los nervios ya se me habían vuelto de hierro.

La alcancé, se había frenado delante de un auto. Un auto con el parabrisas lleno de pintura roja y las puertas delanteras abiertas. Mire fijamente y…no era pintura roja… -¡Para! ¡No veas nada más! ¡No te acerques más!

Fue inútil, la imagen de ella arrodillada al lado de la puerta del conductor, fue la misma imagen hermosamente retorcida de aquella película American Beauty. Gabriela mantenía sus ojos fijos, giraba la cabeza pero sus ojos quedaban fijos delante de ese cuerpo que yacía sobre el volante del auto aparentemente muy viejo (no me pregunten de autos, no tengo la más mínima idea sobre autos).

Miré a mí alrededor, no había nadie más allá de los autos que pasaban sobre la ruta. Mientras Gaby seguía arrodillada, comencé a caminar en círculos alrededor del auto. En el asiento trasero, una valija abierta, con toda la ropa desparramada. En el asiento del acompañante unas botellas de vino y una frazada, manchada con ese color rojo que al principio imaginaba que era pintura.

-¡Mira esto!- Me grita, vuelvo corriendo al costado izquierdo del auto. -Mira eso que tiene ahí entre el cuerpo y el volante

-¡NO TOQUES NADA!

- Pero, mira… son hojas,¡ veamos que son!

-¡No te metas! Dale Gaby, ¡Vámonos ya y No toques nada más!- Inútil, porque ya estaba intentando tirar el cuerpo contra el asiento… y que puedo hacer, si sé que diga lo que le diga, ella va a hacer lo que quiera; así que me quedé callado, con miedo, mirando a todos lados y ayudándola a mover ese cuerpo rígido y frío que me daba asco tocar. No fue fácil, pero logramos moverlo.

Era cierto, eran hojas, unas hojas abrazadas a su pecho. Ahí me di cuenta, ahí fue cuando mire otra vez panorámicamente el auto y pensé.

Le querían robar, y parece que lograron hacerlo. Antes de irse le pegaron un tiro, tal vez porque se había querido resistir o por nada. O no, tal vez era un ajuste de cuentas, o la mafia, o algún enemigo.

No se veía nada de valor cerca de su cuerpo; salvo esos papeles que abrazaba con tanto empeño.

Empeño que Gaby logró violar con un par de gotas que le caían de su frente y mi nula ayuda a sacar esas hojas de sus brazos.

-Ahora sí. ¡NOS VAMOS YA!

La agarré y me la llevé casi arrastrando. Encima empecé a temer por nuestro auto y nuestras pertenencias, por lo cual volví lo más rápido que pude, sin soltarla para que no se vuelva a ir.

Entramos al auto, y nos fuimos.

-Pero ¿vos estás loca o que? ¡¿NOS QUERÍAS HACER MATAR A LOS DOS?! ¿Y sí esos papeles son importantes? ¿Y sí había gente que estaba vigilando el auto y ahora nos están persiguiendo?¡ NO VUELVAS A HACER NUNCA MÁS ESO GABRIELA!

Pero Gaby sonreía… y siguió su lectura pero esta vez en voz alta…

…no la puedo describir en nuestro idioma castellano. Ni con el italiano o el anglosajón. No se describe con las palabras que usamos para hablar…

-¡Pero escuchame! ¡¿Qué Hacés?! ¡No leas algo que no te pertenece!

…tal vez se pueda dibujar y traslucir en esos cuadros que mucha gente dibuja ‘escupiendo’ sentimientos. Su cuadro sería de diferentes colores y diferentes formas. Los colores serían gris y blancos, pero también coloridos, nada de oscuros tenebrosos. Esos colores coloridos serían el reflejo de cada sentimiento que me corría por el cuerpo cada vez que abría los ojos y la veía ahí. Esos sentimientos que no se pueden describir en nuestro idioma castellano. Ni en el francés o el portugués…

Era imposible hacerla callar, prohibir que leyera. Esa sonrisa y esa intriga que llevaba en el cuerpo era formidable comparable con el temor que me había generado tal situación.

…me pidió que no la besara, en ese momento pensé mil cosas de esas que tontos como yo pueden pensar en momentos así. Pensé mil cosas en diez segundos, en los cuales perdí esa hermosa situación que hubiese podido usar en algunos años como anécdota cuando quisiese explicar que sentí la primera vez que acaricié su piel.

Aquella rosarina me había pedido que no la besara en la boca, y este imbécil que piensa cuando debe sentir, le hizo caso. Pensé y pensaba en que ella no me estaba cobrando como aquellas putas que dan amor a cambio de dinero y no besos en la boca. Dinero y romperle el culo, pero besos no; esa ternura es la única que te da una prostituta. Esa ternura que es ternura cuando sus historias se vuelvan crudas y su cuerpo un mero tobogán a sus sueños. Pero ella… ella no era una prostituta.

El segundo pensamiento, en fila, fue preguntarme sí no era yo el que se sentía puto -alejado de la definición machista y discriminatoria; simplemente unido a la definición de puta pero en masculino-; el que andaba regalando besos y caricias, palabras bonitas y una ternura envidiable para cualquier mujer que necesitase amor ya que su novio no sabe darle. Acaso, ¿no era yo el que se prostituía a cambio de miradas y de palabras lindas que a los minutos dejaban sentir que escuchaba en mis latidos? ¿No era yo el que en vez de pedir dinero, pedía mimos, caricias, abrazos y besos a cambio de ese rol de hombre amoroso que jugaba en sabanas de distintos colores los diferentes días de la semana?

Pensaba y seguía pensando, preguntas que sólo se pueden plantear mínimamente en un minuto; por buena suerte fueron sólo diez segundos de incertidumbre oficial en mi cabeza.

Ya estaban perdidas mis primeras caricias en su espalda, esa sensación de sentir su espalda sobre mis dedos por primera vez en muchos años; la andaba buscando, la andaba buscando y por fin la había encontrado. En ese lugar un poco lejano de mi hogar, en ese lugar donde dicen que las mujeres más hermosas del mundo habitan.

Pero ella. Ella a primera vista no se incluye en esa característica típica que el mundo les atribuye a las argentinas. Y eso, eso lo digo porque no considero que las mujeres argentinas sean las más hermosas. Es que no, no lo son ¿acaso aquella oriental que caminó cinco cuadras por las calles de París hace diez años delante de mis ojos no era la creación más divina de la naturaleza? Su cara de recién levantada, su paso lento, sinónimo de la resaca que debía llevar, su vestido opaco y sus sombras de origámi que mis ojos percataban a cada paso que daba.

Volvamos a la rosarina. Ella a primera vista no es de esas mujeres que te van a dejar pensando día y noche, madrugadas entre vinos y armerías. No. No era de esas. Pero, lo aseguro, que al momento que las palabras comienzan a deslizarse de su boca, el mundo, el mundo se detiene. Y quedas con los ojos rígidos, quedas obnubilado con su presencia. Y ahí si, ahí si la ves con su habla y su sonrisa. Ahí si la vez con su metrito sesenta y cinco -seguramente menos-; tan pequeña, y tan… tan destructible para nuestras futuras noches de insomnio como ésta, dentro de este auto con frío y en medio de esta ruta poco transitada…

Alto: dentro de este auto y en medio de esta ruta poco transitada, sí. Lo estaba escribiendo en ese mismo momento. O un rato antes, o unos días antes. Pero anoche hacía frío y anteanoche no; entonces anoche.

…y ni hablar de cuando sonríe. Cuando sonríe te olvidas de todas las sonrisas por las cuales pasaste en tu vida. Como me pasó a mí, que me olvide de todas las sonrisas que vi durante mis treinta y ocho años de vida.

Sonríe y todo es perfecto. Te pide que no la beses, pero sonríe y es más hermoso que besarla. Sonríe borracha y drogada, sonríe sobria y con sueño. Sonríe, y sonrío…

-Ja.. Como me pasa con vos Gaby…

Y Gaby me mira, y sonríe.

…no es que la haya visto muchas veces sonreír. Solo esa noche, ayer, que sonreía mientras fumaba y gritaba. Mezclaba el whisky con gaseosa, y yo la miraba. Me bastó su primer sonrisa para olvidarme de todas las anteriores. O tal vez no me olvide, pero me quedo con la suya.

Como escribí recién, no la vi muchas veces. Solo anoche. Y esas seis horas o siete en su cama bastaron como para quedarme acá parado con el auto en medio de la noche y no tener miedo. Tal vez no la vuelva a ver, tal vez no vuelva a acariciar su piel y su espalda como hice, como empecé haciéndolo sin lograr disfrutar del todo. Sé que si tengo otra posibilidad, esa espalda va a ser recorrida horas y horas por mis dedos, su cuerpo va a conocer mis palabras y sus ojos van a verme sonreír de esa forma que hará, que no sé si enamore de mí, pero sí hará que tenga noches de insomnio donde piense en mi sonrisa, como esta noche, donde pienso en su sonrisa y sonrío y escribo.

Estoy viejo, y ella es joven. Por eso, tal vez no la vuelva a ver. Y escribo esto, escribo esto para acordarme de ella y pensarlo varias veces antes de salir de casa a regalar besos y caricias y palabras bonitas que cualquier mujer le gustaría oír. O aunque sea para regalar ese cariño pensando en ella y pensando que sólo a ella me gustaría regalárselo…

Gaby llora. Gaby llora y me hace detener el auto otra vez al costado en la banquina.

Gaby llora, y cuando Gaby llora me es inevitable mantener mi cara seria.

Gaby llora, y empiezo a llorar con ella.


11 comentarios:

Alina Golondrina dijo...

sin palabras...

todas las cosas hermosas que te podía decir ya fueron dichas...

lloré con gaby, sabélo.

Natalia Maggi dijo...

de todo lo que tengo en la cabeza no puedo escribir nada.omo mujer es hermoso, hay palabras, lineas, frases que me matan.
lo escribiste vos?...
no se, llegue aca porque escribiste algo de un mail en mi blog, no se... pero me quede muda.
un beso, y segui escribiendo, o algo.

natalia.


"no la puedo describir en nuestro idioma castellano. Ni con el italiano o el anglosajón. No se describe con las palabras que usamos para hablar…(...) y ni hablar de cuando sonríe. Cuando sonríe te olvidas de todas las sonrisas por las cuales pasaste en tu vida. Como me pasó a mí, que me olvide de todas las sonrisas que vi durante mis treinta y ocho años de vida.
Sonríe y todo es perfecto. Te pide que no la beses, pero sonríe y es más hermoso que besarla. Sonríe borracha y drogada, sonríe sobria y con sueño. Sonríe, y sonrío…

Angie* dijo...

obviamente no lei
tengo blog pero no entiendo mucho de esto supongo q no es para mi, antes escribia mas pero a mano y despues pase a escribir todo en la pc y nose pero tendria q retomar mas mis habitos viejos de escritura y bueno me podrias enseñar a usar mi blog no enteder indio a la vista ja!
ah sos la primer persona a la q comento no conocia a nadie q tenga blog y no sabia ni x donde se comentaba esta cosa, te prometo me prometo leerte
saludos uno!

Natalia Maggi dijo...

y para quien lo escribiste?...
quien es esa "ella" que en tu vida sonrie y ya no importa nada?...

NaTaLia dijo...

Es solamente libertad, amor y felicidad... no conozco a gaby, no te conosco a ti, pero subiendo una montaña escribo versos parecidos para alguien que amo. Llorar es hermoso, la sal de las lagrimas huele aveces a felicidad por eso brindemos por el hombre, por ustedes y por mi, bendiciones natalia andrea, Bogota Colombia... http://huelealunamojada.blogspot.com

florence dijo...

norman, sabía que vos y las palabras se llevaban de maravilla, pero desconocía esa facilidad que tenés para desarrollar historias ajenas TAN detalladas, minuciosas y creíbles que me hacen olvidar que en realidad esto no existe.
un capo eh.

por otro lado, SÍ, hoy me despertaste vos. posta que seguía durmiendo pero me vino bien bien bien. gracias por acordarte!!

norman dijo...

1. sí
lo escrbí yo.

2. roberta sonríe y ya no me importa nada (?)

Fernando dijo...

Dear Norman,

Tenés 19. Te gusta Liniers. Vivís en Belgrano. Sos de Leo. ¿No te da realmente miedo?
Sigo intentando descifrar pasasjes de tu comentario y leer tu interminable blog.

I look forward to hearing from you (?),
Fernando

P.S. Siempre supe que eras vos el de la empanada...

momo dijo...

:)
que suerte la de gaby (roberta)

federico dijo...

aaah ves, ya lo leí.
pero todas las cosas buenas que te podría decir ahora por aca, te las digo mejor fuera de esto
que esta lleno de cosas lindas y ni dan más.

lo dicho.

malén dijo...

te estuve leyendo. vine a ver qué onda porque un post tuyo en mi blog me alegro un día mío. y encontré un mundo de cosas. otro mundo de cosas y de palabras que me atraparon.
un beso

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