14 agosto 2008

te tengo que contar una historia

te tengo que contar una historia. de esas historias que todo el mundo quiere que alguna vez le pasen, pero que casi nunca pasan. no sé si a todo el mundo le gustaría vivir una historia así, pero a mí me apasiona, y seguramente a vos también.

es una historia que en alguna vida me gustaría vivir, una historia de alguien que no para de crear propia historia.

todo comienza en un hombre que le gusta el buen escribir, que escribe canciones hermosas y va enamorando corazones por ahí. de la misma forma que sus canciones enamoran mujeres, el suyo se desenamora en los gritos inquebrantables que canta al decir; también, como todos, se puede enamorar de ese alguien que no puede aceptar las cosas hermosas que pueden llegar a compartir.

como todos o como muchos, va deambulando por acá y por allá. a veces con la mirada baja y otras con la mirada perdida en esas publicidades que muestran mujeres con belleza de figurita. cuando camina por mi barrio cada dos segundos se enamora de alguien, no sólo de las posibles bellezas de figuritas, si no también, de las bellezas de papel glasé. esas, las bellezas de papel glasé, son las que compartimos en la mirada. las de figuritas nunca me llamaron, es que no tengo ningún álbum que completar y la belleza irreal no es para andar pegando por ahí.

cuando me habla de sus bellezas de papel glasé le sonrío con una envidia sana, con el corazón en su estado más puro de felicidad. le sonrío deseando que esa belleza de papel glasé entienda a quien enamoró. aunque hace mucho tiempo que no habla de nadie, que no comenta sobre los ojos o la voz de alguien.

el chico que canta sus canciones cuando no tiene su guitarra a mano, se llena de vergüenza, salvo que le hables de independiente o de bukowski. cuando no tiene su guitarra en la espalda, camina medio rapidito, con cara de nene si recién acaba de afeitarse.

en esta historia él no lleva su guitarra en la espalda, ni canta moviendo la rodilla. en esta historia él camina por pasillos buscando un aula. se sienta y saca su cuaderno esperando que el profesor se haga presente. el docente llega, se presenta y comienza a hablar. en esos primeros minutos la puerta se abre y los ojos de este muchacho hacedor de canciones cambian de lugar. queda con la cabeza en blanco y se queda mirando a la chica que acaba de entrar. se la queda mirando y su código de humanidad sólo lo lleva a correr su mochila y su saco del asiento continuo. la muchacha sonríe ante semejante gesto de caballerosidad olvidado en estos tiempos y se siente al lado.

tal vez, todo era una cámara oculta o simplemente algo del destino, que el asiento de al lado se encontrara vacío.

en el transcurso de la clase el profesor habla con velocidad, y él escribe prestando atención a lo que se dice, es su primera clase, no se quiere perder nada. mientras escribe se da cuenta que unos ojos espían su hoja, y sonríe. comparte su hoja un poco para luego seguir escribiendo. se pierde en alguna parte por los nerviosismo de la fecha, y hace un movimiento de cuello para que sonara, para descontracturarse un poco. ese movimiento no es nada suave, si no brusco y fuerte. la chica lo mira y le sonríe. y sonríen. ojos en hojas ajenas, con la bondad de avisarle sí había puesto algo mal. entre ricitas, y ojos espiando sin pedir permiso el profesor seguía dando su clase.

al terminar, ella habla y él se desmorona. escucha un acento, un acento extranjero, escucha un español no muy bien finalizado, y escucha una voz sumamente preciosa. se desmorona y sonríe. ella le pregunta algo y sin que concluyera su pregunta, él responde con un sí vergonzoso y feliz. salen juntos del aula, para entrar a otra y no separarse en todo el día.

vuelven juntos en el subte, él se entera que ella es francesa, que viene de parís, y todas las constelaciones del mundo se habían puesto a sus pies. él se entera que ella es del país de los enamorados, de la ciudad de los enamorados y todas las constelaciones no dejaban de brillar. ella, tan hermosa como la dibuja el país, pregunta en un español no finalizado, sí el podría acompañarla al teatro esa misma tarde.

la mira, piensa si esa chica existe en verdad o no, y comienza a sonreír. la sigue mirando, deja de sonreír y se pone a pensar si todo lo que ocurrió en el día fue real o inventado por los fantasmas de su cabeza. no la deja de mirar, y vuelve a sonreír.

con temor, con vergüenza el responde que sí.

terminan yendo a ver una obra que a él mucho no le importa, disfruta la compañía, disfruta de la francesa que había conquistado todas sus futuras canciones en menos de seis horas. disfruta de la historia que cualquier persona sensible amaría vivir. una historia de espontaneidad, una historia de sonrisas y más sonrisas.



al finalizar la obra, ella queda maravillada, y él queda maravillado de ella. de una voz suave, dulce y emocionada. de una voz especial y transparente, que habla uniendo y desuniendo verbos mal conjugados, y adjetivos en ordenes indeterminados. ella propone ir a cenar o tomar algo, él la sigue.


hablan de sus vidas, hablan de sus otras vidas y de sus ganas del mañana. hablan de la noche, y de las estrellas. hablan de todo lo que los hacía sonreír. él detiene la charla y cuenta qué lo que no lo hace feliz en circunstancias así, es el no vivir en capital, viviendo con el reloj en las manos para saber la hora y poder llegar con tiempo al último tren. mira la hora y sin sonrisa cuenta que debe partir. ella olvida su sonrisa por unas milésimas de segundos. por unos segundos no tiene sonrisa, pero su boca vuelve a sonreír cuando le agradece por acompañarla, y ambos estallan en risas cuando ella agradece al destino por haberlos encontrado.


antes de irse, él agarra una botella y le pide un favor. ella sonriente y sorprendida acepta sin condiciones.

señalando lo primero que encuentra, la etiqueta de una botella, le pide que por favor la lea en voz alta, explicándole que hacía mucho tiempo que no escuchaba una voz tan linda, de esa forma podría volver a su casa un poquito más enamorado.

4 comentarios:

azul plumbago dijo...

te desilucionaste de mi hace mucho tiempo, así que da igual

los perdidos dijo...

ojalá las historias fueran siempre realidades por venir.

florence dijo...

oh, me encantó

Anónimo dijo...

vivoo imaginando este tipo de historias. más cuando viajo en bondi a la capi jaa!
y si, no hubo nada mas lindo q soy tu fan, lastima q no lo dieron todo ¬¬
yo estuve aquí ;)
JS

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