y ella se alegra de verte partir,
se sonríe, se acomoda la ropa y vuelve a dormir.


y vos cerrás los ojos con violencia, aguantandote las ganas de llorar.



desolación absoluta desde la ventana de tu asiento en el tren,
no se ve nada, unas pequeñas luces a lo lejos inventan sombras poco tenebrosas
y tu alma comienza a llenarse de miedos, se multiplican estas noches en que volvés solo, sin su ombligo en la retina, sin sus piernas a tu izquierda.


viajas vos, un par de personas y nadie más.
entre la capucha y tus manos comenzás a llorar, un poco sonriente, un poco triste
un poco con miedo de no verla más, de que tu historia sea diminuta para sus oidos.
que tus días aburran sus lunas y que sus sueños sean inmunes a tus besos.



y ella sonríe al verte partir,
se alegra, se da vuelta y vuelve a vivir.





y vos cerrás los ojos con violencia, aguantando que las lágrimas somnolentes de la ciudad no comiencen a derramar en el mismo momento que descubrís que no te llevás nada de ella ni en tus bolsillos.


la noche fría intacta su oscuro
te quedás pensando en ella, con ese cockteil de sentimientos.

sonreís sobre las marcas de las huellas de sus besos en tu mejilla,
su abrazo y su sonrisa,

llorás por los miedos estúpidos de saber que te es imposible encontrarte rodeado de sus manos y del cuerpo que te cuesta una eternidad dejar de desear.













tus manos destapan tu cara
y vos con ganas de que la noche te alumbre con todas sus estrellas
para por fin enseñárte a separar
tu enorme sonrisa creada gracias a sus palabras
y ese llanto estúpido enfermo de miedos