13 abril 2009

El asesino de mamá canta canciones en un inglés muy barato, su pronunciación es el verídico resultado de una mezcla de arameo y portugués con la desazón de un aire acondicionado de la mañana; es un inglés que te hace reír, te lo aseguro. El asesino de mamá habla en voz baja, imperceptible, algo que pesa; una daga o su propia voluntad lo hace hablar en un inglés cómico y de bajo volumen. El asesino de mamá ya no llora, ya no ve para atrás cuando camina, a veces corre; sí, a veces corre. Y otras veces juega a caminar rápido, detenerse, volver a caminar rápido y detenerse otra vez, sin mirar ni un solo segundo las sombras que caminan por detrás y que ayer lo atormentaban. A veces camina con la mirada al frente aunque todavía le cuesta que el cielo sea perpendicular a su mirada. El asesino de mamá cuando juega a caminar rápido, no tiene miedo de hablar. En su hablar ya no queda rencor, sólo se dibuja una pequeña porción de culpa en los puntos suspensivos de su habla.
El asesino de mamá no sabe que lo estamos vigilando; mejor dicho, el asesino de mamá no sabe que lo estoy vigilando. Algunos de la familia me odian por seguirlo. Dicen que cambió, que la culpa forma parte de su estado natural, pero que el odio y el rencor se borraron de su cabeza. Yo no le creo. A veces, por las noches, el asesino de mamá mueve las manos de una forma rara, el inglés cómico mezcla de arameo y portugués se convierte en un rezo enfermizo, de todos los colores e idiomas posibles; sus mejillas se humedecen por una cantidad infinita de lágrimas, que por alguna razón, no caen al suelo, se mantienen ahí, entre el aire oscuro de los rezos y sus mejillas.
El asesino de mamá mueve las manos de una forma rara, sus ojos dibujan tristeza, pero ahí en el fondo sigue habiendo odio. A pesar de su inglés cómico y de su casi heroico andar, El asesino de mamá va a volver a matar. Y nadie me cree.



Está escrito en su pared.

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