Vos me preguntás qué amo. Me pongo a pensar, puedo inventar y creerme interesante por tres minutos. Pero no puedo. Porque me canso de buscar algo profundo que sentir, me canso de intentar recordar qué es lo que amo de ayer o de anteayer, o qué es lo que hoy amaría hacer. Me suicido con sinceridad. Amo la idea de conocerte. Eso, amar una idea. Casi tan real como amar los besos. Esos que no ahogan, que llenan, que acompañan un día, un mes de mierda. Besos que hacen cosquillas en el alma. Amar una idea, la de conocerte. Tal vez, después no te ame, y vos tampoco. Ese es el problema metafísico más grande del ser humano. El saber que podemos no amarnos. Los ojos que no se corresponden, las ganas y el miedo que no se unifican en una misma secuencia, tiempo, momento. Lo de querer caminarse de a dos, y que uno sea chueco y el otro ciego, que queramos ponernos a la par, en las mismas baldosas, pero no funciona. Porque vos estás en Marte, y acá todavía no es viernes. O cosas por el estilo, de gente que está en otra sintonía. En otro mundo. Y en otro momento. Qué mierda que es el tiempo.
Vos me preguntás qué amo. Y yo ya sin vueltas te digo que amo la idea de conocerte. Amar una idea. Amar la idea de conocerte a vos. Como muchos, como pocos, como la gran mayoría o la gran minoría que tiene esa idea de conocer a alguien que le agarre el corazón y lo sople, lo limpie. Lo vacíe de mierda y de miedo. Lo llene de amor. De cosquillas. Sí, otra vez dije cosquillas. Será que me faltan cosquillas. En todo el cuerpo, o en el alma. Hoy es jueves. ¿los jueves no son días de cosquillas? No sé. No me acuerdo. Ya me olvidé. De la misma forma que olvidé decirte que tengo miedo. Miedo a esto de vivir. Nunca es como en las películas, ni como las películas más tristes, ni como las películas más lindas. La vida a veces se aleja de la música, no nos conmueve. No nos hace escribir. Y solo la inercia nos hace vivir. Porque hasta tenemos miedo de desaparecer. Es mucho bla y bla y más bla. Y nunca un Sí. Un No. Un Estoy. O un Dejo De Estar. Todo es a medias. Hasta lo blanco y lo negro, hasta los extremos es a medias. Qué miedo que hay por acá. En todos lados. En él, y en ella. ¿En vos? ¿En mi? Amo la idea de conocerte. Aunque me muera de miedo. A veces, por algunas horas no puedo moverme.
Vos, ¿qué besos amás? ¿Los de amanecer? ¿Los de ida? ¿Los de vuelta? O ¿los que nunca vuelven? Creo que me pasa eso. Yo amo los que nunca vuelven. Porque quedan en ese perfecto sentir de saber que no van a empeorar. Del beso más lindo, es mejor pasar al beso invisible, volviéndose infinito. Y será eso lo que busco. Besos lindos. Infinitos. Los que nunca van a empeorar. Porque siempre, de alguna manera, empeoran. Por eso amo los besos que no volvieron. Esos, los invencibles. Vos, ¿qué besos amás? Tal vez te gustan los besos inesperados. De casualidad. De encontrarlos justo en el momento exacto. Sí, seguro a vos te gustan esos. Porque vos querés eso. Encuentros inesperados. Y yo no. Porque yo sé que vos y yo nunca nos vamos a encontrar inesperadamente. Porque yo ya no creo en un destino que me una a vos. Aunque escriba tu nombre con diferentes palabras. Aunque sepa que tu apodo es “mi amor”. No nos vamos a encontrar inesperadamente en ninguna esquina. Tal vez, ahí sí la vida es como en las películas. Vos estás en el colectivo que yo no corrí. O estoy en ese taxi que dobla en la esquina donde vos estás hablando por teléfono mientras llorás. Eso. Y nada más. Es una mierda. Porque nunca lo voy a saber. Vos y yo no nos vamos a encontrar.
Por eso amo la idea de conocerte. Porque es solamente una idea. Las ideas nunca se vuelven realidad. Preguntémosle a esos que mueren a diario buscando su paz. A los que están hartos de lastimarse encontrando un poco de bienestar. Vos ¿qué parte del cuerpo te lastimas? Yo no te voy a decir. Tampoco me lo digas. Es algo personal. Es silencio individual. No me digas. Pero sí, contame ¿qué besos amás?
26 agosto 2010
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