Cerrás los ojos. Los abrís. Te quedás parado

mirando. Tu baño. El inodoro con la tapa baja. Mirás. Seguís mirando. Sonreís, te quedás parado contra la pared hasta que te dejás caer resbalándote sobre el suelo con tus pies

desnudos. Sin ropa. Saliste de bañarte y te quedás ahí parado frente al inodoro con la tapa baja. Cerrás los ojos, los abrís, resbalás sobre el suelo. Abrís los ojos, mirás el inodoro. Sonreís y te quedás recordando. Las imágenes vienen a tu cabeza, a tu cuerpo. Algo en él ya no es lo mismo.

Recordás. La recordás. Ella estaba ahí sentada en el inodoro con la tapa baja. Desnudos los dos. Ella sentada te miraba. Sonreía. Sonreían. Los corazones latían, sus cuerpos transpiraban, las manos se movían.

Mirabas sus ojos, mirabas sus piernas. Mirabas sus dedos. Ella miraba tu cuerpo, miraba tus ojos. Miraba tu mano.

Disfrutabas verla desnuda. Veías como disfrutaba verte así. Te mordías los labios. Se mordía los labios. Temblaba, temblabas. Mirabas su intimidad, deseabas su sensualidad,

deseas su sensualidad. Te acordás de sus manos, te acordás de sus piernas, de sus gestos. No podes cerrar los ojos. Mirás fijo el inodoro como si ella estuviera ahí, como una vez lo estuvo. Mirás fijo el inodoro, tu mano no se para de mover. Tus piernas se resbalan cada vez mas y tu cuerpo no para de transpirar.

Vuelve su imagen. Sus piernas. Su sexualidad. Vuelve ella, acariciando su cuerpo, viéndote avergonzada. Avergonzados estaban los dos. Pero no paraban de mover sus manos. Cada uno a su distancia.

Distancia que dejo de ser distancia eterna cuando no aguantaste más. Ella te vio. Qué raro. Ella viéndote. Vos viéndola. Qué raro. Que hermoso.

Ahora la ves, pero ella no está. Distancia eterna que sigue siendo eterna a pesar de no aguantarte más. De explotar. De sentir. De que tus piernas no paren de temblar.

Distancia de que ella ya no está. Distancia eterna de su sensualidad.