La ultima vez que nos habíamos visto habíamos ido al super, se había llevado un par de cervezas, gaseosas y unos quesos. Había guardado unos cuantos paquetes de galletitas y otro par de vinos. Luego de ahí, fuímos a almorzar unas pastas, su plato preferido. Sabía que debía llevarlo a un lugar así, un restaurante de Flores donde los fideos sean los más ricos del mundo. Tenía que seguir llenando su alma de comida, de alegría. Había que alegrar su cuerpo.
Antes de las cuatro de la tarde de ese lunes, ya estabamos en la puerta de su casa, le pregunté si quería que lo ayude con las bolsas del super, sonrío, me dijo que dejara de tenerle lastima, le sonreí, lo insulté, y agarré sus llaves. Abrí la puerta de su edificio, subimos por las escaleras así se cansaba y en unas horas pudiera estar durmiendo. El iba atrás, ya no hacia falta que caminara delante mio guíandome hacia su departamento.
Piso siete. Doblamos a la izquierda, llegamos a la puerta del fondo, apoyé mis bolas contra el suelo y abrí la puerta.
Era tan lindo su departamento cuando el sol se asomaba por abajo de la persiana a medio abrir. Los muebles inexistentes imaginaban una gran decoración, sin lujos, pero con ciertos colores graciosos. Lleve las bolsas a esa cocina donde las canillas no estaban bien cerradas, en realidad, una sola estaba mal cerrada. La cerré, miré el reloj, cuatro y medía, debía ir a buscar a María por su taller de teatro, dormir una larga siesta juntos y salir hacia el sur.
Volví al living para decirle a Martín que me tenía que ir.
Lo vi ahí, probando uno de los vinos que habíamos comprado hacía unas horas. Volví a ver el reloj, faltaba poco menos de media hora para las cinco, le sonreí, "veni cabrón" me dijo, y me senté con él en el colchón que dormía sobre el suelo.
Veinte minutos contandome que siempre soño con viajar, a cualquier lado, me hablaba de sus proyectos truncados con respecto a los viajes: por ejemplo, cuando era más chico, que soñaba con recorrer el país, llegar más alla de las fronteras y pisar gran parte de sudamérica. Hace unos años soñaba con París, la tan lejana París y los pueblos nostálgicos del norte francés. Eso era en compañia de Natalia, y cuando nombró su nombre el sorbo más largo de la botella ocupó su boca. Lo estaba por putear, pero cuando dejo la botella, me dijo que me abrigara, que no sea tonto y que no me vaya a enfermar perdiendome tan placentero viaje. Me dijo que la cuide a María y que disfrutemos juntos.
Me dijo que no me preocupara por él, que me agradecía, y que a la vuelta nos veríamos.
Le dije que no sea pelotudo y que escriba, o aunque sea que grabe en ese grabador y se ponga a hablar, como si me estuviera hablando a mi.
Le dije que salga alguno de estos días, que para el jueves se pronosticaba una lluvia torrencial, que iba a ser una linda nochecita, que no hacia falta comprar nada, que se guarde una botellita de vino y que se la lleve con él esa noche.
Miramos el reloj, se levantó, me dió la mano para ayudarme. Me dió un abrazo y me siguió aconsejando que me abrigue. También me pidió que lo disfrute.
"Sí mamá, sí. pero vos cuidate, no seas pelotudo".
Se río, me reí,
"Mandale saludos a María y agradecele a ella también" me decía mientras yo abría el ascensor y el se volvía para adentro.
. dicen que no se muera, y a quien le improta si muere o no, total, siempre se mueren.
20 diciembre 2007
sinterminar..comosiempre..
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2 comentarios:
Ouch.
(silencio)
si, que no se muera, digo que no se muera, pero por ahora. . .
te vas de viaje con maria y demasiada felicidad en el ambiente, cuando en realidad todo esta como el culo, y es martin el que lo demuestra (la verdad que no se si me acuerdo bien de los nombre, y me da fiaca buscarlos, era martin?) el que tiene que estar ahi para decir la verdad de como son las cosas, asi que eso, que no se muera.
formas parte del 79% drogon de la gente.
yo si tuviera un perro lo llamaria socrates.
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